El precio de las pick-up pasó de $2 a $40 millones en solo cinco años

En solo cinco años, el precio de una camioneta cero kilómetro en Argentina pasó de ser relativamente accesible a convertirse en una inversión millonaria. Modelos emblemáticos como la Toyota Hilux, la Ford Ranger o la Volkswagen Amarok, que en 2020 se ofrecían en sus versiones base por alrededor de 2 millones de pesos, hoy superan ampliamente los 30 o incluso 40 millones de pesos. El fenómeno no es aislado: refleja una combinación de factores económicos, impositivos, cambiarios y de mercado que han redefinido completamente el mapa del sector automotor en el país.

La pick-up, vehículo por excelencia del campo argentino y también cada vez más presente en zonas urbanas, ha dejado de ser una opción intermedia para transformarse en un bien de altísimo valor. En provincias como Misiones, donde las camionetas cumplen un rol clave en la producción agropecuaria, la forestoindustria o el transporte de insumos, el impacto de esta escalada es doblemente sensible: no solo afecta a quienes desean cambiar o renovar su vehículo, sino también a toda la economía regional que depende de ellos.

Según datos oficiales de la Asociación de Concesionarios de Automotores de la República Argentina (ACARA), el precio de una Toyota Hilux DX 4x2, la versión más económica del modelo más vendido del país, se ubicaba en torno a los $2.200.000 en enero de 2020. Hoy, ese mismo modelo cotiza arriba de $34.000.000. La Ford Ranger XL 4x2 parte desde los $38.00.000, y la Amarok Trendline 4x2 desde los $39.000.000, de acuerdo a listados actualizados a enero de 2025 publicados por sitios especializados como TN Autos, Auto en Acción y La Nación Autos.

Este salto representa un aumento promedio superior al 1.500% en apenas cinco años, cifra que incluso supera la inflación acumulada durante el mismo período. Según el INDEC, entre enero de 2020 y marzo de 2025, los precios al consumidor crecieron un 1.200%, lo que implica que las camionetas subieron aún más que el resto de los bienes y servicios. ¿Por qué?

Un cóctel explosivo de causas

El primer gran responsable es la inflación crónica que atraviesa la economía argentina. La suba sostenida del nivel general de precios, combinada con fuertes devaluaciones del peso frente al dólar —moneda de referencia para muchos insumos importados del sector automotor—, ha encarecido tanto los costos de producción como los precios de venta al público. Esa inflación se pudo reducir en los últimos meses por un combo de medidas económicas, pero la amenaza sigue latente.

A esto se suman las distorsiones impositivas acumuladas durante años. Hasta hace pocos meses, las camionetas estaban alcanzadas por el impuesto PAIS (30% sobre operaciones en moneda extranjera) y por los impuestos internos que penalizaban con una alícuota de hasta el 50% a los vehículos por encima de ciertos valores de venta. Aunque en 2025 el Gobierno nacional eliminó estas cargas, su efecto inflacionario ya estaba consolidado en los precios.

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Además, el sector automotor sufre de una gran dependencia de insumos importados: desde sistemas electrónicos hasta partes de la transmisión o carrocería, una gran parte de los componentes no se fabrica localmente. Las restricciones a las importaciones y el sistema de permisos SIRA complicaron aún más el abastecimiento en los últimos años, reduciendo la oferta y presionando los precios hacia arriba.

Por otro lado, la demanda también cambió. Las pick-ups dejaron de ser vehículos exclusivos del campo para convertirse en un objeto de deseo urbano. Su robustez, altura, seguridad y multifuncionalidad atrajeron a nuevos públicos, incluso de sectores medios-altos, lo que generó un fenómeno de sobredemanda en un contexto de escasa oferta.

¿Qué esperar hacia adelante?

La eliminación de impuestos como el PAIS y los internos, en teoría, debería traducirse en una baja de precios en el mediano plazo. Sin embargo, los concesionarios y las terminales aún se muestran cautelosos. Los costos ya internalizados, la volatilidad del tipo de cambio y la incertidumbre económica dificultan una reducción inmediata y significativa.

Mientras tanto, las ventas de pick-ups nuevas se mantienen estables en volumen, aunque cada vez más restringidas a empresas o productores con poder adquisitivo elevado. El mercado de usados, por su parte, vive una sobrevaluación que también complica el acceso para quienes buscan una alternativa más económica.

En una provincia como Misiones, donde muchas actividades dependen de vehículos confiables y de gran capacidad, el desafío es enorme. Sin políticas de financiamiento accesible, y sin una recuperación sostenida del poder adquisitivo, renovar una camioneta se ha convertido —literalmente— en un lujo.

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